La depresión desde la raíz
Dra. Natalia Martínez Medina
Semanalmente identificamos un término de búsqueda frecuente, analizamos qué causó su popularidad y presentamos una infografía relacionada.
El 13 de enero se estableció como el Día Mundial de la Lucha contra la Depresión con el objetivo de crear conciencia sobre la importancia de reconocer y tratar este trastorno como un problema de salud mental significativo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que 3,8 % o alrededor de 280 millones de personas en el mundo viven con depresión y la incidencia de esta enfermedad está en aumento, por ello es el tema de la tendencia clínica de esta semana.[1]
Algunos factores identificados como contribuyentes al desarrollo de depresión son los siguientes: estrés, antecedentes familiares, relaciones conflictivas en el entorno familiar, consumo de sustancias, migraña, enfermedades cerebrovasculares, desequilibrios en neurotransmisores como serotonina y norepinefrina y factores genéticos, por lo que es necesario recordar que la depresión es una enfermedad multifactorial que implica alteraciones neuroendocrinas, genéticas y ambientales.

Las alteraciones funcionales entre receptores y neurotransmisores en áreas específicas del cerebro, como sistema límbico, corteza prefrontal, hipocampo y amígdala son causas de la depresión. Serotonina y norepinefrina son considerados los principales neurotransmisores involucrados en este proceso, aunque estudios sugieren que dopamina también podría estar relacionada. Se ha visto que una reducción de norepinefrina está asociada con apatía y letargia, mientras que una disminución de serotonina se relaciona con irritabilidad, hostilidad e ideación suicida.
Por otra parte, los factores genéticos tienen un papel significativo en la depresión; estudios muestran una concordancia de 40 % a 50 % en gemelos y un riesgo tres veces mayor en familiares de primer grado, aunque también puede aparecer sin antecedentes familiares. Los genes y sus polimorfismos son especialmente importantes debido a su relevancia clínica, como en los siguientes casos: 1) SLC6A4, cuyo polimorfismo en la región promotora está asociado con mayor vulnerabilidad al estrés y síntomas depresivos; 2) genes HTR3A y HTR3B, que codifican receptores de serotonina y se asocian con depresión en diversas poblaciones, y 3) alelo T del gen FKBP5 que mejora la respuesta a antidepresivos pero aumenta la recurrencia de episodios depresivos. También se han identificado dos loci de susceptibilidad, uno asociado principalmente con hombres (MDD1) y el otro relacionado con episodios tempranos o recurrentes (MDD2).
Los modelos cognitivo-conductuales de depresión sugieren que las personas que hacen atribuciones negativas sobre los eventos de vida tienen más probabilidades de desarrollar depresión, lo que también puede explicar las diferencias de sexo en la depresión tras la pubertad. En términos conductuales, la falta de refuerzos positivos y las habilidades sociales inadecuadas, junto con comportamientos de evitación frente a emociones negativas, pueden agravar la depresión. Por esto, factores como pérdida parental temprana, baja participación paterna, sobreprotección materna y relaciones conflictivas contribuyen al desarrollo de la enfermedad.
Respecto a la depresión de inicio tardío, que se presenta después de los 60 años, se ha visto que es un síndrome distinto en términos etiológicos y clínicos con menor influencia de factores genéticos en comparación con la depresión de inicio temprano. Los antecedentes familiares de depresión son menos comunes en estos casos. Sin embargo, algunos marcadores genéticos, como polimorfismos de apolipoproteína E, el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF) y genes transportadores de serotonina, se han asociado con esta afección, aunque los hallazgos son inconsistentes. Estos marcadores también están vinculados con deterioro cognitivo, volumen del hipocampo y respuesta a antidepresivos.
También hay hipótesis que sugieren que las enfermedades cerebrovasculares pueden causar o contribuir a la depresión en la edad adulta mayor. Evidencias incluyen más incidencia de depresión tras ictus en el hemisferio cerebral izquierdo, mayor prevalencia de cambios isquémicos en la sustancia blanca en adultos mayores con depresión y asociaciones bidireccionales entre depresión y enfermedades como cardiopatía coronaria y diabetes. Además, las tasas de depresión son más altas en pacientes con demencia vascular en comparación con aquellos con enfermedad de Alzheimer. Se sugiere que existe estrecha relación entre depresión y migraña con aura, al menos en parte debido a factores genéticos. Asimismo, existe relación bidireccional entre obesidad y depresión.
Las investigaciones para entender a profundidad la causa de depresión son constantes. Un estudio innovador identificó que la expansión de la red frontoestriatal de prominencia, implicada en el sistema de recompensa y la atención, es significativamente mayor en personas con depresión, permaneciendo estable con el tiempo y detectándose incluso antes de la aparición de los síntomas. Este hallazgo, basado en técnicas avanzadas de mapeo cerebral, podría servir como biomarcador para predecir el riesgo de desarrollar depresión, especialmente en niños predispuestos. Expertos destacan el potencial clínico de este descubrimiento para personalizar tratamientos mediante neuromodulación o terapias digitales e identificar nuevos objetivos farmacológicos. La coherencia de los datos a lo largo del tiempo refuerza la idea de que la expansión de esta red no depende del estado depresivo, sino que es un marcador estable. Esto abre posibilidades para intervenciones preventivas y tratamientos más precisos en salud mental.